Entre puños y balones (selección de Pedro Mena Bermúdez)


Hace algunas semanas nos visitó el escritor mexicano Pedro Mena Bermúdez a propósito del lanzamiento del libro de ensayos Vicios anotados (Cinosargo Ediciones & Marginalia Editores,2019).  Comparte con nosotros  un ensayo parte del libro ya mencionado  y una selección de poemas del libro Tizne,  textos que parecen unirse a partir del letargo deportivo o la experiencia, no puede ser interrumpidos por el mundo que los rodea.



                                               Orines y fútbol


                                                                          Ho imparato a conocscere le urine
                                                                                          Miguel Ángel Buonarroti





Atormentaron mi niñez algunas dudas que luego encontré desarrolladas hasta la hipertrofia en libros de filosofía, ciencia y teología. Otras, que aún persisten, han sido menos tratadas o no me ha alcanzado la curiosidad y la gana de leer algo al respecto.
Como aquella cuestión surgida cada vez que veía un partido de fútbol. El par de interrogantes se las arreglaban para brincarme en el cerebro, como lo hace cualquier  niño hiperquinético en los reinos de las almohadas y colchas. En ese entonces, tendría yo unos ocho años, la formulaba más o menos así: ¿qué hace un jugador si en el minuto 64 del partido le dan ganas de orinar? Luego esta pregunta se ramificaba en otras: ¿le pide permiso al árbitro para ir al urinario de los vestidores?, ¿se mea en el pantalón corto sin que lo noten los otros futbolistas?, ¿o le hacen casita sus compañeros para que no muestre la parte pudenda a la porra?, etc. Me respondía, para mis adentros, que esos tipos contenían su esfínter como lo hace un estudiante tímido y mustio que no solicita permiso para ir al baño a la maestra. No cabía en mí la idea de que los jugadores se orinaran a escondidas, pues cómo ocultarse de al menos veinte mil miradas atentas a sus piernas. 

Que para estas contingencias hubiera ya una solución, no convencional, se requería indagar. Y la verdad, no me sentía motivado para interrumpir el estado catatónico de quienes entregaban su atención al televisor cuando transmitían partidos de fútbol. Ahogué el odio que le tenía al profe de deportes de la primaria y un buen día le hice saber mis dudas al respecto. Me respondió con un golpeado grito de ¡ponte a correr y deja de hacer preguntas pendejas! Años después supe de las sondas vesicales, de sus usos y beneficios, luego descarté que un futbolista pudiera usarla en plena cancha. Aunque cada vez que veo a un delantero no muy fino para rematar pienso en que quizá el uso de ésta le convendría.
Pero no sólo quienes patean el balón en la cancha sufren la irrupción de las necesidades fisiológicas, particularmente las que conciernen a los esfínteres. El árbitro y los jueces de línea son los más inmediatos focos de atención, después de los jugadores, de este problema. La rigidez y disciplina que traslucen sus gestos y ademanes, además de la peculiar forma en que trotan, invita a suponer cierta inmunidad o autocontrol. El que su uniforme sea casi siempre oscuro no sólo es para distinguirse de entre los jugadores, también advierte que es un agente oficial del mal agüero y que puede mearse a la hora que le venga en gana, total, no se percibe con facilidad el contraste ganado por un exceso de humedad en su entrepierna. Alegará que suda con fruición, quien ose recriminárselo tendrá por respuesta una tarjeta roja. Aún desconozco cómo fue que llegué a estas conclusiones en mi infancia.


Luego, y esto lo sabrá quien tenga una cabeza sin gobierno, me cuestionaba qué harían los hinchas cuando su vejiga está que truena y los mingitorios del estadio se ubican lejos del sagrado trono donde abollan sus nalgas debido a la emoción. Indudablemente ellos se sentirían presas de una incertidumbre no deseada a terceros, salvo que se trate de un partidario del equipo contrario. Esta situación incómoda para el hincha es, a detalle, el surgimiento involuntario de un añejo problema filosófico: el del movimiento (kinésis). Más vale no entrar en esos recovecos por ahora, aunque la aporía sea inevitable. Tenemos a un hincha que necesita ir al mingitorio en el justo momento en que el partido ha dejado de ser ese racimo de sopor dominical. El fanático del balón tendrá, de mala gana, que deliberar, grosso modo, estos problemas:

A) Los mingitorios están muy lejos, lo cual implicaría: 1) perderse el hipotético gol de empate que requiere su equipo, 2) dejar de proferir las obligatorias rayadas de madre al árbitro central, 3) privarse del lenitivo vaso de cerveza por un imperdonable abandono;

B) Los mingitorios están repletos de otros hinchas con el mismo problema, lo que acarrearía: 1) formarse estérilmente en una fila sin fin, 2) encontrarse con un acreedor inoportuno, 3) comenzar una gresca por lo aleatorio de los turnos;

C) Los mingitorios son muy caros, y como consecuencia: 1) se arriesga a quedarse sin dinero para más cerveza, es decir, más combustible para gritar y bravuconear, 2) liquidar la escasa morralla destinada a los garapiñuelos de la esposa e hijos, 3) privarse de bondad cuando el cuidador de carros del estacionamiento solicite su retribución;

D) Los mingitorios son demasiado fétidos, lo cual detonaría: 1) una salvaje deposición de los sagrados alimentos comprados y consumidos en las inmediaciones del estadio, 2) un trauma tan atroz e innecesario en su psique que lo llevaría al mutismo cuando el gol del empate se consumara, 3) contagiarse de una extraña y compulsiva parafilia.
Mis dudas, y su consecuente angustia, relativas a qué hacen los hinchas cuando las ganas de mear afloran en pleno partido se vieron finiquitadas el día en que fui por primera vez a un estadio de fútbol. He de confesar que los hinchas fueron, pese a la aparente rusticidad de su pedagogía, quienes me mostraron una solución. Ellos, sin tapujos ni empachos, se meaban en el vaso ya sin cerveza,  en una bolsita que antes estuvo ocupada por una torta de carnita o por un refresco. Luego procedían a arrojar, como si se tratara de un emolumento navideño o de un bolo nupcial, sus meados a las cabezas y lomos de otros feligreses del futbol.
Es probable que cuando a Vespasiano se le ocurrió recaudar impuestos, en el siglo 1 d. C., por la colecta y uso de la orina (vectigal urinae) en la industria fullonica (hoy llamada por nosotros lavanderías o tintorerías) ya avizorara, posterior al decreto de erigir el Anfiteatro Flavio (actualmente el Coliseo romano) ensanchar las arcas del Estado con pecvnia non olet.
Hoy me pregunto, considerando ese dato del mundo romano, quién, de entre los hinchas, los directivos y dueños de equipos de fútbol, tendrá la avaricia necesaria para volver a promover la colecta de orina y comercializarla.



de Vicios anotados (Cinosargo Ediciones & Marginalia Editores, 2019)






Selección de poemas


Golpes


A dar golpes
golpes
golpes
necesitamos golpes
necesitamos que lo golpees
necesitamos que le perfores el hígado
que lo destroces por completo
él ha ofendido tu fama
mátalo
entiende esto
sal y mátalo
esto no es un poema
no es una metáfora
sal danzando en cuanto toque la campana
y termina de ablandarlo
ya no tiene piernas ni brazos
sólo asesta el golpe preciso
después de haberlo estrujado
él no es rival
míralo
está muerto
sopla y silba con los puños la canción de su funeral
ahora
ahora
Golpes
GOLPES
Y MÁAAAS GOLPES




Dos golpes /

El último golpe que recibió fue un costal de vidrios en su cara
al parecer su carrera en este medio ha terminado
el ganador luce intacto
alza los puños en señal de victoria
las edecanes lo besuquean
las luces se alejan de los ojos del caído
las sonrisas de los suyos se apagan
él siente el cuerpo pesado
no vomita más
ya ha dejado todo en el ring
se acabó



Tres golpes /

Papá cuando yo sea grande quiero ser boxeador
como Julio César Chávez
quiero tener unos guantes así
como los de él
cuando sea día de los Reyes Magos
se los voy a pedir
me voy a portar bien
todo el año
para que me los traigan
y también voy a pedir un calzón corto
con la bandera de México estampada al frente
y también
voy a entrenar muy duro
para ser campeón
y tú
papá
me vas a aplaudir
desde tu sofá
y me vas a ver ganar un campeonato
y vas a llorar de alegría




Cuatro golpes /

Tomé el cuaderno de cuadrículas
el lápiz roído
la regla de treinta centímetros
tracé un cuadrilátero
con un púgil solitario
luego lo taché mientras mi corazón palpitaba
di un puñetazo al cuaderno
lloré
se acabó mi carrera como boxeador
se acabó con cero derrotas
cero empates
cero victorias
colgué los tenis soñados
los guantes soñados
colgué de las cuerdas dibujadas entre las cuadrículas
una toalla




Cinco golpes /

Trazo con el plumín las vendas que nunca me puse en las manos
hago la tarea
golpeo el blanco de los renglones con letras
con vocales heridas
vuelvo la vista a la luna
es una perilla gigante
cada que estrujo a un peluche
sonrío como un asesino
no como un púgil
quise / en verdad quise correr como gacela
tener en los ojos unos moretes de combate
y no unas lágrimas
de espectador entre el público







                                                                       de Tizne (Instituto Cultural de León, 2016)





 Pedro Mena Bermúdez (León; Guanajuato. 1982) Escritor. Estudió la licenciatura en filosofía en una institución dominica. Ha sido becario del Instituto Estatal de la Cultura de Guanajuato en el área de Literatura (poesía) en 2005 y 2008 como Joven Creador; y en 2017 como Creador con Trayectoria. También ha sido becario del Instituto Cultural de León en 2007 y 2017, en el área de producciones editoriales. En 2009 el comité Municipal de la Feria de León le adjudicó el primer lugar en los Premios de Literatura León 2009. Ha publicado los libros: Pútrida voz (Poemas 2004-2005), ICL, 2007; The City (Poemas, 2009), ICL, 2010; Unheimlich (Poemas 2005-2010), Fondo Editorial La Rana, 2011; 12 Voltios (Compilación del primer Encuentro Nacional de Poetas), ICL, Conaculta, INBA, 2013; El viaje a la maceta sepia (Cuento infantil), Fondo Editorial La Rana, 2016;  La corbata y otros ensayos, Editorial Los otros Libros, 2016; Tizne (Poemas 2012-2016), ICL, 2017; Heráclito (Poemas), Editorial Cinosargo, Chile, 2017; Círculos de Agua (Compilación de Jóvenes Poetas de Guanajuato), Fondo Editorial La Rana, 2018 y Vicios anotados (Ensayos), Marginalia Editores, Chile, 2019. Ha colaborado en revistas impresas y electrónicas de México, España, Chile, Ecuador, Venezuela, Perú, Alemania y Estados Unidos.

*El libro Vicios anotados se encuentra en las siguientes librerías de Santiago y Valparaíso: Qué Leo Forestal (Merced 76), Pedaleo (https://www.facebook.com/libreriapedaleo/) y Concreto Azul (Cumming 94 B)

**Se sorteará el libro Tizne a quien de like y comparta la publicación en su muro.

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