Básquetbol: “El deporte terrestre de la corporalidad” (Artículo de Nicolás Mayora)
El balón naranja que gira
sobre el dedo del jugador al igual que la tierra sobre su eje. El mismo que dentro
de su desplazamiento genera una anillo como en el que va a caer para darle
puntos al equipo al que pertenece el tirador. En este artículo, Nicolás Mayora
nos plantea la idea de que el básquetbol es el deporte que más se parece a
nuestro planeta y que ese reflejo se proyecta a nuestra vida en general.
Desde tiempos remotos, los seres humanos hemos buscado
distintas maneras de expresarnos ante el mundo en sociedad. Entre las distintas
maneras de hacerlo, está el deporte.
La base física y anatómica nos mueve como seres humanos,
incluso, como planeta tierra: es sabido que nuestro planeta está en constante
movimiento de rotación y traslación, agitando su magnífico cuerpo casi acuático.
Interesantísimo es ver cómo nosotros mantenemos nuestro equilibrio moviéndonos
constantemente sobre un suelo-eje que se encuentra en la misma condición.
Entonces, ¿por qué no aplicar este concepto de
corporalidad a aquellas disciplinas que más ponen a prueba y trabajan el cuerpo
a diario? Creo que la el deporte que más se acerca a la idea de la tierra en
movimiento es el básquetbol, pues en él se ponen a prueba distintas habilidades
relacionadas a una esfera que debe ser introducida en un aro que se encuentra a
una considerable altura. Todos hemos visto alguna vez un jugador de basquetbol girar
el balón alrededor de un dedo, ¿coincidencia respecto a la rotación que ejerce
la tierra? Imposible: debe haber una conexión inconsciente entre este icónico movimiento
y el planeta en el cual vivimos. El factor sorpresa llamado gravedad, que nos impone
limitaciones tanto a los seres humanos como a los objetos que se encuentran en
la tierra.
Es por esto que el básquetbol puede ser mucho más
profundo de lo que creemos: es expresión corporal de los sentidos del ser
humano en su relación con el mundo, no es un simple deporte, más bien una cosmovisión
y expresión de vitalidad.
Coincidentemente, este deporte surge en el año 1891 por un requerimiento de
adaptación al espacio de entrenamiento: el profesor buscaba una actividad
física nueva que pudiera practicarse bajo techo durante los fríos inviernos norteamericanos.
Se establecieron doce reglas que serían la base para lo que conocemos en la
actualidad como básquetbol, muchas fueron adecuadas con el paso de los años,
para una mayor agilidad a la hora de juego y también diversificar las
alternativas a la hora de anotar puntos. Con este breve flashback
nos percatamos de que incluso la fundación del básquetbol se caracteriza por
haber sido una respuesta al ambiente y clima en el cual vivimos, reafirmando
nuevamente la relación cuerpo-tierra.
El ser humano siempre se articula dependiendo del
contexto, tal como la decisión que deberá tomar un jugador a la hora de
encontrarse cerca del área rival, marcado por muchos contrincantes que tratarán
de quitarle el balón; él puede lanzar un doble, un triple, clavarse en el aro,
dar pase, etc. Las alternativas son numerosas y muchas variables las
circunscriben, pero de todas formas esta decisión será afectada directamente
por el contexto, en el cual nuevamente uno de sus puntos reside en el cuerpo y
sus características: la altura del jugador y de quienes lo rodean, sus
atributos físicos, la velocidad de reacción de los demás jugadores. Es por esto
que el jugador de básquetbol a través de su corporalidad a la hora de jugar un
partido no se diferencia del hombre y la sociedad a la hora de enfrentarse al
mundo, es más, el básquetbol es solamente un reflejo del ser humano y la
sociedad enfrentando la vida en sus contextos particulares: una pequeña gran
metáfora de la vida cotidiana.
El
cuerpo siempre será nuestra herramienta fundamental para afrontar la vida y el
básquetbol, un deporte que además de ser eficaz para estimular y trabajar
nuestra capacidad física, muestra una relación dinámica reflejo del planeta en
el cual vivimos. Es por ello que se podría llamar al baloncesto como el deporte
del planeta tierra, el deporte de la corporalidad en rotación y traslación
constante, o mejor dicho, “El deporte terrestre de la corporalidad”.
+
NICOLÁS MAYORA PICKER (Osorno, 2001), estudiante
de Antropología, recientemente ha recibido la primera mención honrosa en el
concurso internacional Gonzalo Rojas Pizarro en categoría poesía con su plaquette
titulado “Ego Disoluto” y el galardón en el “Premio a la palabra 2019” del Instituto
Cultural Latinoamericano (Argentina) con su poema “Organigrama”. Publica
escritos ocasionalmente en su blog: nicomayora.blogspot.com
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