Spiry, el más veloz (cuento de Patricio Bascuñán)
Un mítico líder de una barra futbolera que se ganó su apodo
por salvar un lienzo del Mumo Tupper de la hinchada del más
grande rival, los líos y trifulcas entre Los Renca y Los Kaos por el control de
la galería y escenas de unos hinchas que alientan como explotando pirotecnia
desde los pulmones: esta semana los dejamos con el cuento "Spiry, el más
veloz" de Patricio Bascuñán:
En la esquina de Irarrázabal con Pedro de
Valdivia hay una batalla campal. Como nunca, la barra de la Cato se desvía del
recorrido establecido por la intendencia. Son unos cuantos miles, quienes
olvidando todo tipo de sentimiento de inferioridad y movidos por una sed de
venganza histórica, se abalanzan por la avenida principal, la ruta de siempre
de los hinchas del Bulla. Está presente el hecho de haberles arrebatado el
título el 2005, festejando en su cara. Además el equipo seguía deslumbrando.
Hace un rato que la galería pasa llena y Los Cruzados ya no son cincuenta.
Spiry es el jefe
de barra. Su verdadero apodo es Speedy, por el ratón Speedy González, pero la
gente lo pronuncia mal. Se lo ganó porque una vez, en pleno partido contra la U
en el Nacional, recuperó de la galería de los chunchos un lienzo dedicado al
Mumo Tupper, el ídolo de la Cato que se lanzó al vacío desde un noveno piso.
Los chunchos lo habían robado y lo exhibían dado vuelta como un trofeo. Fue en
pleno partido cuando Spiry se acercó a la galería rival, discretamente por el
costado de la cancha, y lo arrancó de la reja. Frente a miles de personas se
echó a correr sus 100 metros planos por la pista atlética, arrancando de los
pacos y de algún chuncho que lo perseguía. Se saltó la reja y volvió a la
galería con el lienzo como un héroe. Este acto de valentía le valió para ser
electo como líder, luego de que echaron al Guatón Lalo por ladrón, en los
tiempos que la barra se llamaba Los del Este.
Por aquel
entonces era un petiso algo maceteado que utilizaba una melena ondulada
parecida a la del cantante de Damas Gratis. Tenía quienes lo respaldaban. De
partida contaba con su piño, Los Kaos de La Florida.
A pesar de que en
público tiene que imponer respeto y se le puede ver gritando chuchadas a la
gente que no cantaba o agarrando a charchazos a alguno que pretende pasarse de
listo, es un hincha bastante cordial. Sabe
cómo relacionarse con personas de todo tipo. Hay que considerar que tiene con
frecuencia reuniones con los dirigentes, una manga de viejos ricachones, y con
la gente de la barra, en donde un sector considerable no habla de corrido. Y es
que el hombre sabe concertar. Por un lado, hace feliz a la dirigencia manteniendo
cierto orden en la galería, al velar que casi toda la gente esté empadronada,
erradicando los robos dentro del estadio y al organizar caminatas coordinadas
con los pacos, –como la que hoy se desbandó– cosa que la gente llegue sin
mayores problemas a los partidos de alto riesgo. Por otro lado, mantiene feliz
a la gente de la barra, ya que consigue entradas más baratas, gestiona buses a bajos
precios para viajar a ver al equipo a regiones y organiza recibimientos
espectaculares, con extintores de colores, fuegos artificiales, bengalas y toda
esa parafernalia.
Sin embargo, hace
un rato que no todo el mundo está muy contento con el Ratón. Se dice que
antiguamente era del Colo-Colo y que incluso tenía un tatuaje del indio en el
brazo, el cual se lo tapó con otro de una araña negra. Se sospecha que al igual
que el Guatón Lalo roba plata, ya que nadie se puede explicar que un tipo que se
dedica casi toda la semana al club tenga un Peugeot 306. No obstante, la
acusación más grave, al parecer, es que se le tilda de amarillo, que se cuadra
demasiado con la dirigencia y la policía. Todo esto ha llevado que su liderazgo
esté en franca decadencia.
Sucede que la
batalla campal de hoy no es un caso aislado. Desde hace un tiempo, de la mano
del crecimiento de la barra, hay una ola expansiva de violencia. Se habla
abiertamente de que somos una barra brava y se han vuelto cada vez más comunes
los desmanes y las batallas con hinchas rivales o la yuta. Hay en todo esto un
fuerte sentimiento de revancha porque, por primera vez, se equiparan las fuerzas
con las barras del Colo y la U, lo que hace factible, por ejemplo, ir al
Monumental con la camiseta bien puesta y vivir para contarlo. Además, hay un
marcado interés por quitarse de encima la fama de pirulos, por lo que no se pierde
la oportunidad de sembrar el terror y hacerse notar lo más lumpen posible. Esto
ha sido vivido con bastante fervor por todos aquellos que efectivamente
provienen del barrio alto, quienes son un grupo considerable, buscando renegar de
su condición de niños bien. Se les ve tomando pilsen, simulando un acento
flaite y con jockeys los cuales, además de hacer juego con sus tenidas
deportivas, esconden sus pelos rucios. Pareciera que quieren demostrar ser
igual de valientes que los cabros de la pobla. Por lo mismo, echan para adelante
en el caso que haya un choque, por más que se les aconchen los meados.
Esto complica
seriamente al Spiry, ya que ni los pitucos, a quienes él les había garantizado
la seguridad, se quieren comportar debidamente. Es evidente que el tipo vive una
profunda contradicción. Piénsese que tal como se mencionó, tiene que mostrarse
bravo y al mismo tiempo dar explicaciones y prometer un buen comportamiento a
la dirigencia. Esto lo ha llevado a hacer cosas tan ridículas como decir en
televisión que somos una “barra brava inteligente”, que no provocamos a nadie
si no que tan solo respondemos con violencia supuestamente “cuando ya no queda
otra oportunidad”. Algo completamente lejano a la realidad.
Desde comienzos
de este año la situación se ha agravado para el Spiry ya que Los Renca han
vuelto al estadio. Se trata de un grupo que había sido expulsado de la barra el
año 2001 porque se habían agarrado a tiros afuera de San Carlos con gente de
Los Kaos, disputándoles el poder. Gracias a los pacos y la dirigencia, el Ratón
y los suyos habían podido liderar la barra tranquilamente durante muchos años,
sin que algún grupo pudiera hacerles el peso. Sin embargo, por motivos poco
claros, se les ha permitido a Los Renca volver. Quizás esto se deba a que cada
vez los piños de Santiago Norte, que tienen claramente una fuerte afinidad por
el grupo de su comuna vecina, son más. La cosa es que los Renca volvieron,
supuestamente en son de paz y quitados de bulla, reintegrándose de a poquito a la galería. El
problema es que no pasaron ni un par de fechas y, a pesar de la tregua entre
ambos grupos, las tensiones no tardaron en manifestarse. El grupo del Rucio, el
Pelo Duro y el Masacre no está para seguir instrucciones de nadie. Es por eso
que van siempre en patota al estadio, convocando a todos los viejos renegados y
llevando a cuanto cabro chico cuma se pueda. Los Kaos, por su lado, como nunca llegan
todos juntos al estadio, cantan con más fuerza que de costumbre y demarcan con
decisión su lugar al centro de la galería. Un nuevo enfrentamiento es
inminente.
El choque no
tarda en llegar. El equipo juega un partido en el Santa Laura. Ambos grupos
llegan haciendo escándalo, pero se ubican con bastante distancia entre sí.
Aunque se respira la hostilidad en el aire nada pasa avanzado el segundo
tiempo. El equipo va ganando y la gente canta y salta alegre. Aún el sol
alumbra la cancha cuando se encienden las primeras bengalas. El fuego de las
antorchas tiñe de rojo los rostros desfigurados de la masa, que vibra informe
al ritmo de los tambores. La cancha está en un segundo plano. A pesar de que
las miradas están dirigidas a quienes jugaban a la pelota, todo acontece en
aquel pequeño infierno. De pronto, entre la gente un tipo alza su brazo derecho
y, con decisión, apunta un tronador encendido al cielo. Hay una fuerte
detonación justo al centro de la galería. De un instante a otro se desvanece
toda la euforia, reinando un silencio sepulcral, y el público entero se da
vuelta a mirar hacia el lugar de la explosión en búsqueda de una explicación.
Algo había salido mal con el juego de artificio. Había explotado en la mano de
un pobre tipo quien tiene por lo menos dos dedos reventados. No atina a nada
más que mirar atónito como la sangre le brota a chorros de su mano temblorosa. Sin
importar la sordera producto del estallido, es posible escuchar durante casi un
minuto sus gemidos. Alguien decide llevarse al herido. La gente le abre paso.
El tipo a lo largo de su retirada no deja de mirar la carne mullida de su extremidad.
El mutismo continua un rato hasta que lentamente la atención vuelve a recaer en
el partido, que por lo demás jamás se detuvo, reiniciándose tímidamente las
conversaciones y los cánticos.
En apariencia
todo sigue igual, sin embargo, no se respira el mismo entusiasmo. Ya no es
posible entonar una canción al unísono ni sentirse embriagado por la euforia
colectiva. Una vez de noche y bajo las luces blancas de los focos, se develan
las personalidades tras la uniformidad de las camisetas. La proximidad con el
resto se vuelve algo incómoda, se pueden escuchar con nitidez conversaciones
ajenas y no es posible disimular el encuentro con la mirada de un otro. Es
entonces cuando la distancia entre las bandas rivales se hace escasa. Al
comienzo se gritan algunas bromas. Luego se profirieren insultos desde un lado
a otro de la galería. Por último, no son palabras las que vuelan sino los
bombos, a cargo de la coordinación, que sirven de proyectiles. Cuento corto:
Los Renca se lanzan sobre el Spiry y los suyos, quienes abandonan el recinto completamente
ensangrentados tras haber recibido senda paliza.
Las trifulcas se
repiten durante varios partidos aumentando progresivamente su intensidad. Spiry
consigue que nuevamente se les niegue a sus rivales el acceso al estadio, sin
embargo, estos siguen yendo y esperan afuera a Los Kaos para agarrarse a
roscas.
Obviamente nadie
de la barra se muestra impasible frente al tema y cada quien tenía su posición.
Se comienza a formar una especie de polaridad en la barra en donde los
distintos grupos, abiertamente o no, brindan su apoyo a uno de los bandos en conflicto.
De Los Renca se dice despectivamente que son heladeros, cogoteros y pasteros,
de Los Kaos que son amigos de los pacos. Quienes anhelan braveza y descontrol
se identifican con un grupo, quienes prefieren el orden y la seguridad se
inclinan por el otro.
Es día de clásico
contra la U en el Nacional y la barra se reúne como siempre en el Unimarc de
Chile España para caminar por Macul, cosa de entrar por atrás al estadio. La
caminata comienza y los pacos guían a los grupos. Son miles de hinchas fumando, bebiendo y cantando canciones sobre
violaciones y masacres al enemigo. La caminata transcurre con total normalidad
hasta que, al acercarse a Irarrázaval, gente de La Norte comienza a gritar
“¡Por Pedro de Valdivia, vámonos por Pedro de Valdivia!”. Sus gritos hacen eco
en la multitud y como nunca antes en la historia la gente se siente capaz de llegar
caminando por la vía principal. La multitud dobla por la avenida hacia abajo y,
una vez fuera del recorrido trazado por la intendencia, el descontrol es total.
Gente avanza por la vereda y la calzada gritando desaforadamente y destruyendo
todo a su paso. Son apiedrados los ventanales del Burger King, y al frente de Los
Carros hay quienes saltan arriba de los autos. Pedro de Valdivia está a la
vista y la euforia crece. Los primeros chunchos que aparecen caminando
despreocupados tienen que salir de vuelo. Aquellas micros donde se izan
banderas azules y rojas quedan todas sin vidrios. Fuera de cualquier protocolo,
una horda de Cruzados se abalanza por Pedro de Valdivia, donde está lleno de
hinchas azules, intensificándose los disturbios. La gente de la Católica tiene
la ventaja, ya que pillan a sus adversarios de improvisto. Con piedras, palos,
botellas y navajas se abren paso. Los azules no tardan en replegarse y
responder a la embestida, sin embargo, no son capaces de contener el avance por
sí solos. La situación no pasa a mayores ya que al instante llega fuerzas especiales
con lacrimógenas, lumazos y lanzaguas, dividiendo a la masa según sus colores.
Luego escoltan a la barra hasta la entrada. Ya importa más nada. Como nunca se
había dado cara.
Termina un
partido sin mayor trascendencia, marcado por la presencia de Los Renca. A pesar
de que se les negó la entrada a la tribuna, se escuchaban sus gritos e insultos
provenientes de afuera. El Spiry, quien ahora trae el pelo corto, se mueve sin
mayor desenvoltura.
Una vez caída la noche y terminado el partido, un grupo no muy grande de personas de la barra camina por Macul hacia el mismo Unimarc donde se habían reunido. Al frente va caminando el Ratón y su gente. De pronto, llegando a la esquina de Irarrázaval se escuchan gritos y chiflidos. La gente se pone alerta, disponiéndose para un inminente enfrentamiento. Se apunta a una micro que sube por la avenida. Se piensa que es una micro de chunchos, pero no es así. Son los Renca que, al llegar al frente de la gente, a patadas rompen los vidrios de la puerta y se bajan de la micro. Se asoma una escopeta hechiza y nadie duda en salir arrancando. Se escucha una serie de cuetazos. Todos corren por su cuenta y buscan donde esconderse. El bar de la esquina hizo de refugio. Pero el Ratón no logra librarse fácilmente. A él es a quien buscan. Corre con tantas ganas como aquella vez en el Nacional. Dobla en una esquina y salta una reja. Se esconde en el patio de una señora que al rato lo echa a escobazos.
Una vez caída la noche y terminado el partido, un grupo no muy grande de personas de la barra camina por Macul hacia el mismo Unimarc donde se habían reunido. Al frente va caminando el Ratón y su gente. De pronto, llegando a la esquina de Irarrázaval se escuchan gritos y chiflidos. La gente se pone alerta, disponiéndose para un inminente enfrentamiento. Se apunta a una micro que sube por la avenida. Se piensa que es una micro de chunchos, pero no es así. Son los Renca que, al llegar al frente de la gente, a patadas rompen los vidrios de la puerta y se bajan de la micro. Se asoma una escopeta hechiza y nadie duda en salir arrancando. Se escucha una serie de cuetazos. Todos corren por su cuenta y buscan donde esconderse. El bar de la esquina hizo de refugio. Pero el Ratón no logra librarse fácilmente. A él es a quien buscan. Corre con tantas ganas como aquella vez en el Nacional. Dobla en una esquina y salta una reja. Se esconde en el patio de una señora que al rato lo echa a escobazos.
Spiry se salva
esta vez. Sin embargo, al poco tiempo, en un partido que se juega en San Carlos
de Apoquindo, los Renca y una gran masa de insubordinados botan las rejas de la
boletería y con palos lo echan de la popular junto a Los Kaos. Otros tocan el
bombo durante ese partido y los que vienen.
Algunos de Los
Kaos supieron adaptarse a los nuevos tiempos, renegando al Ratón. Se trata de
la facción comandada por el Darío, que subsiste gracias a un pacto con Los
Renca. Se puede ver a los líderes de ambas bandas juntos, cohesionados,
compartiendo los paravalanchas e intentando a duras penas restablecer las
labores de la antigua coordinación. Hay quien diría que incluso parecen amigos.
El Ratón no se ha
vuelto a aparecer por ningún estadio. Dicen que se está guardando donde su hija
en La Serena. Que desde allá administra dos peluquerías que tiene en La
Florida.
+ Patricio Bascuñán (1989)
Diseñador
gráfico y docente universitario, enfocado en el área de la historia y cultura
del diseño. Como miembro activo de la Editorial Anagénesis y participante del
Taller de poesía Agua Maldita ha contribuido en diversos proyectos
editoriales.
La historia inicial creo que es algo diferente. Es una jornada doble de comienzos de los 90. Están las hinchadas de la UC, Colo-Colo y la U en el Nacional. Spiry salta la reja desde la Garra Blanca y recupera un lienzo de la UC que lucen Los de Abajo. Spiry quita el lienzo, corre por el recortan perseguido por los hinchas de la U, salta la reja nuevamente y entra ahora a la barra de la UC. A pesar de que está vestido como hincha albo, saca aplausos de la parcialidad cruzada y desde ese momento empieza a frecuentar San Carlos hasta transformarse en líder de Los Cruzados.
ResponderEliminarEl spiry fue de la garra blanca en los años 90 y no es chiste
ResponderEliminarAhora los renca mueven los puros viajes y el lienzo oficial,, ya no inspiran ese terror que había en los cruzados cuando tomaron el poder, ahora a mi parecer, ya que viajo bastante y conozco la mayoría de los piños nuevos y viejos, para mi ahora los verdaderos flaites y ''choros'' por así decirlo en la barra son la facción del piño La Florida 19, Los Puente Altolica y su subsección los The Violencia y por supuesto el famoso piño Los Ebrios de Maipú
ResponderEliminary uno que otro piño de region que lleva mucha gente a los estadios como lo son, la famosa Talcacruzada y Los Bohemios de concepción que los he visto con mucha gente este ultimo tiempo en los estadios a diferencia de Talca que siempre se ha sabido que son muchísimos.
Este ultimo tiempo la barra ha estado mas tranquila, ya no hay tantas peleas como lo habían en los tiempos que casi se mataban en la barra los Renca Con los Kaos
Si mal no recuerdo , creo que el ultimo enfrentamiento que vi en la barra, fue cuando peleo el Piño de Talca con el Piño vieja escuela TheKatonce en el Estadio Cap de Talcahuano en un partido contra Huachipato, creo que fue la ultima vez que vi que hubieran desmanes dentro de la barra, aunque desconozco como tal el problema por que ocurrió.
Rencatolica hace rato dejo de sembrar el terror en la barra, aunque eso si, los demás piños respetan mucho su conflicto con los Kaos ,que Renca aun los tienen arraigados en Galería Prieto si poder pisar Lepe
No se que ha de pasar con el tiempo, pero mi teoría es que tarde o temprano Kaos volverá al liderato, no por menospreciar a Renca , pero Kaos para mi tenia mejor coordinación que RencaTolica en la barra.