It's only business ( A partir de Khabib vs Conor)
Por Luis Pizarro
Khabib Nurmagomedov,
protagonista indiscutible del último evento del UFC 229, no sólo por haber retenido su título de
campeón de peso ligero en la pelea estelar contra el retador, el irlandés Conor
Mcgregor, sino sobre todo por el gran escándalo posterior. Fueron cuatro rounds donde se enfrentaron
estilos completamente opuestos tanto en lo estrictamente técnico como en
estrategias de posicionamiento ante la opinión pública, la prensa y los
fanáticos. O al menos así se podía percibir desde afuera.
Su rival Conor Mcgregor
es, en cambio, el campeón indiscutido
del autobombo. Dueño de una verborrea
explosiva en la que suele predominar su ego, su
posicionamiento como marca y los
ataques personales a sus rivales. El único peleador en la UFC dueño
de dos títulos simultáneamente
-campeón en peso pluma y peso ligero- y también un consumado
exhibicionista-excéntrico, protagonista de uno de los grandes embustes del
deporte del último tiempo al “sacar” a Floyd Mayweather Jr. del retiro para
otra de las tantas “peleas del siglo”, la cual
pareció más un pésimo –pero multimillonario- chiste,
que un desafío deportivo.
Pero no hay que quitarle méritos
a Mcgregor, pues sus títulos se los ha ganado con esfuerzo, sangre y sudor. Y
es que Mcgregor viene desde abajo. Fue plomero junto con su padre hasta los 16
años, lo molestaban en el colegio por ser pequeño y débil, pero conoció las MMA
y su futuro comenzó a perfilarse claro. Dueño de un heterodoxo estilo de pelea
marcado por una mano izquierda veloz y pesada que bien conocen peleadores como José Aldo o Eddie Álvarez.
Mcgregor suele comenzar
sus peleas con meses de anticipación a la fecha pactada, ante los micrófonos,
por redes sociales, en apariciones públicas, aprovechando cualquier espacio
para poder provocar a un potencial o seguro rival. Un estilo mediático que atosiga. Es como
si le dieran el micrófono a un pastor con inclinación mesiánica que
trata de sumar adeptos a una secta centrada en su figura y nada más que en su
figura. Bien sabemos cómo terminan
muchas de estas sectas; suicidios masivos, fanatismo irracional, culto a la
personalidad, charlatanería vacía.
Y esta pelea contra
Nurmagomedov no fue la excepción. El
irlandés la “calentó” en su estilo y a fuego lento, dejando que los ingredientes se cocinaran en
el tiempo. Atacando al bus que transportaba al ruso. A su padre, al que
catalogó de cobarde e incluso extendiendo el mismo calificativo a todo el
pueblo de Daguestán. Nada extraño, nada fuera de lo común para las
formas agresivas del estilo Mcgregor. Es
su manera de instalar bombas, minas antipersonales en el camino de sus adversarios, cuyas
esquirlas cruzan y hieren en un amplio radio de expansión (de forma indirecta
hasta el mismo Vladimir Putin se vio envuelto en la refriega)
Ante toda esta
performance, el ruso se mantuvo muy en
silencio. No trató de rebajarse. Dejó a Mcgregor hablar y hablar y hablar ante
la mirada y la risa complaciente del presidente de la compañía, Dana White, el
dueño del circo. La rabia silenciosa y
contenida del ruso explotó dentro del
octágono a lo largo de cuatro rounds donde
habló con los puños, las patadas y sus increíbles derribos. En el cuarto
asalto finalmente pudo hacer caer a su presa cual boa constrictora cerrando fuertemente
una llave de dolor que casi le rompe la barbilla a un Mcgregor que se vio en la necesidad de
rendirse.Acto seguido se armó la
bataola. El ruso lanzó su protector bucal contra la esquina de su oponente,
saltó la reja del octágono y se enfrentó a casi todo el equipo de Mcgregor. La
fotografía de Khabib Nurmagomedov
volando como un águila sobre la jaula para caer con precisión ante sus enemigos
dio la vuelta al mundo y se transformó en la postal del encuentro.
En medio de tal
confusión, ambos peleadores finalmente
salieron raudos de la arena fuertemente escoltados saltándose –por razones
obvias- los protocolos de rigor tras las peleas estelares, es decir, la
entrevista de Joe Rogan, la entrega del cinturón, los saludos de rigor. Pero no
hubo nada de eso. Había que calmar los ánimos y procesar lo ocurrido. Los ojos de los periodistas y los fanáticos
se habían puesto por primera vez en Nurmagomedov por razones poco deportivas,
relacionadas más bien con escándalos o actitudes pendencieras esperables de
cualquiera menos de él. A medida que
pasaban los minutos, rumores y especulaciones se filtraban en mi búsqueda
rápida en google. Se hablaba de las
penas del infierno. Cárcel, Multas. Quitarle el título al ruso y entregárselo a
Mcgregor. Deportación.
Lo más claro que esbozó
el peleador ruso en su conferencia de prensa posterior, fue que se sentía
arrepentido pero que todo esto lo había desatado su rival y su equipo al atacar
a su padre, a su pueblo y a su religión.
¿Cómo medir las
culpabilidades dentro del caos pendenciero que se formó al finalizar la pelea?
¿Es la UFC una empresa que tiene tratos preferenciales hacia las superestrellas
matonescas en desmedro de peladores hábiles y talentosos pero que no meten
tanta bulla? Así lo hizo sentir el ruso en diversos comunicados posteriores.
Interesante en este
sentido resultan las palabras que se cruzaron ambos luchadores a lo largo de
los 4 rounds. Khabib, mientras golpeaba
y sometía a Mcgregor insistía en decirle “Habla ahora, habla”. Ante esas
palabras, al finalizar uno de los rounds y con una actitud cabizbaja e incluso
humilde Mcgregor parece pedirle disculpas a su rival con la frase “It's only
business”, es decir, es todo parte de una maquinaria publicitaria que tal vez
ni a ti ni a mi nos guste demasiado pero que sin embargo nos hace ricos, nos
permite comprar mansiones, autos deportivos, mujeres. Khabib, no es personal.
Así es este negocio y si quieres mantenerte, ganar adeptos, tener prensa, ser
una estrella, no te bastarán tus
habilidades dentro del octágono, tu casi perfecta lucha a ras de lona, tu
capacidad de derribar hasta a Brock Lesnar haciéndolo parecer un muñeco de
plumavit. Nada de eso te servirá
demasiado si no entiendes las macabras reglas de este negocio. Bienvenido
a Norteamérica. Bienvenido a la
UFC.
Khabib ha sido claro. Él
ha peleado por el honor y está dispuesto incluso a renunciar al pago de la
pelea si es que el castigo viene demasiado pesado tanto para él como para su
equipo. ¿Debemos creer eso también? Ya todos están hablando de la revancha. De
cómo sería ese nuevo enfrentamiento. Qué se dirán mutuamente en la previa.
Cuánto dinero se llevará cada uno por PPV.
Qué nuevo escándalo sucederá antes o después de la pelea. Se ha hablado
incluso de una pelea entre el ruso y Floyd Mayweather Jr.
El mismo Khabib ya ha
impuesto las condiciones económicas de una probable revancha. Ha golpeado la
mesa y ha amenazado a Dana White. Está haciendo ruido y no quiere ser pasado a
llevar. Después de todo es el campeón y espera que se le baje el perfil a su
mal comportamiento ¿No es acaso lo que siempre se ha tratado de hacer con los
exabruptos de Conor Mcgregor? Lamentablemente para el deporte, hoy por hoy casi
todo lo que rodea a la UFC se ha vuelto
espectáculo, marketing, montaje, matonaje, humo.
Después de todo tal vez
Mcgregor tenga razón, It's only business.
Lo peor de todo y lo más probable también es que Khabib Nurmagomedov
haya aprendido esa lección y sus últimas declaraciones sobre lo que se viene en
términos monetarios parecen corroborar esta observación. Pero tampoco hay que
ponerse a llorar sobre la futura calidad de las peleas de MMA, después de
todo It's only business.
Luis Pizarro Madariaga (1986) Profesor de Historia (PUC).
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