Atlanta (Crónica,por Emiliana Pereira)

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Por Emiliana Pereira Zalazar



Hervía el verano del 2012 (o 2011 o 2013, algo así) en Santiago y en un arranque vaporoso, compré un pasaje para ir a Buenos Aires por 22 días, de mediados de enero a mediados de febrero. Allá había gente muy cercana a la familia, italianos, como nosotros, mafiosos, como nosotros, gritones, como ellos, jamás como yo. Luego de tres días busqué por internet cómo llamar a Argentina y telefoneé a Hugo, mi tío de allá, hablamos mucho rato de cosas de este lado y del otro, de las familias de acá y de allá, de la punta picana y la colita de cuadril, le comenté sobre la compra del pasaje y me quejé del calor en Santiago, 

“che Mili, no sé si aquí el calor afloje, pero por ahí vamos a La Prida y compramos helados­ hasta lo que aguante la nevera­”, le di los datos del vuelo y nos vimos un par de semanas después en la salida de Aeroparque.


La humedad llegó para quedarse por los 22 días que duraba la estancia en Buenos Aires, al almuerzo comía polenta con tomate, en la noche vino con queso bien maduro, los fines de semana asado o ravioles, y entre esas tandas, una tarde, estaba pegada al ventilador de la salita de estar, con la polera arremangada imitando un peto y un hielo derritiéndose en el ombligo, sostenía en la mano una taza que tenía un poquito de Fernet, no sé por qué, si odio el Fernet. 

Llegó Claudio (papá de Hugo) maldiciendo en italiano hasta que vio la taza que contenía el Fernet, blanca con el logo de Atlanta, se acercó y me preguntó que cuánto me gustaba Atlanta, de atrás asomó la voz de Hugo: “le gusta lo suficiente como para tener la camiseta original”.
Claudio me dijo que estábamos tarde, reaccioné como se reacciona cuando hace calor, me sequé el ombligo y estiré la polera, me puse unas zapatillas y lo seguí.
Ya cerca de Villa Crespo, entendí cuál era nuestro destino, el estadio de Atlanta. Me habían contado que llevaba repuntando con diez partidos ganados. Nos instalamos en la galería justo detrás del arquero, el estadio estaba a medio terminar y el sol pegaba fuerte, esa fue la primera vez que fui a ver un partido de fútbol, compré bebidas y comida y me sentí un poco ridícula, no muy lejos mío había una pareja de bomberos que pronto comenzó a tirarnos agua y entre la gente vi aparecer una guata conocida, ahí estaba mi primer pololo con sus rollitos blancos y gritando “No se va, Atlanta no se va”, supongo que decidió gritar cualquier cosa.

Finalmente perdimos por goleada: 6-0. Cuando terminó el partido, despejé las migas de comida que tenía en el pantalón y me sentí triste, me sentí mal porque los argentinos empezaron a decir “la chilena, la chilena”, puteamos un poco pateando unos vasos de cartón y Claudio, mitad mentira, mitad verdad, me dijo “no vengo más con vos”, vi a mi primer pololo bajando de la galería, triste y guatón con la camiseta amarilla y azul en la mano, apretada.

Nos devolvimos a la casa en Villa Martelli, todos mis movimientos estaban sostenidos por la culpa y la decepción, lánguida abrí la puerta, lánguida llegué a la salita de estar, lánguida tomé la taza blanca con el logo de Atlanta y tomé con asco el último trago de Fernet.


Emiliana Pereira Zalazar (Santiago,1990) Ha publicado en revistas y plaquettes y un libro  de poesía titulado Nada es hombre,nada es tierra por editorial Overol el 2017.

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