La mejor pelea que he visto en el México (Crónica, por Carlos Cardani)


Por Carlos Cardani



Velada doble en el Club México, 16 de marzo de 2018


De nuevo en el México. Otra noche de box para los amateurs de fogueen, salgan de los gimnasios y lleven lo aprendido en los entrenamientos al ring, a dar espectáculo que telonee a los profesionales que ya pasaron por esa práctica de representar a un club, a una escuela de box y ahora son nombres propios que recorren el país o viajan fuera para dar y recibir golpes.

Llegamos tarde. Había fila para comprar las entradas. Entradas con una factura distinta cuando pelea “el cuico” Álamos. Un ticket con mejor papel, con fotos de él y su rival. No el papel blanco con letras rojas con la factura de un boleto de bus que usualmente se entrega en el México. Una luca más cara también. La mejor producción vale más caro, aunque el ring siga siendo el mismo, las peleas preliminares sigan siendo de adolescentes, y los rivales de fuera siguen siendo argentinos que cargan varias derrotas en el record, por prestarse a veladas como esta, donde el local las tiene todas de ganar.

Cuando dimos la vuelta al ring para buscar nuestros asientos, vimos el último round de la primera pelea. El de la esquina azul marcaba puntos sobre el muchacho del México. Varios, un par de combinaciones a dar todo lo que pueda en los últimos segundos del combate. “Debería ganar el de azul”, dice mi flaca como si hubiese visto los tres rounds. Javier, que nos guardaba asientos y sí vio completa la pelea también lo creyó. Pero los jueces no. Como si fuera un tic, algo inmutable en su veredicto, haga lo que haga el rival forastero, el ganador por fallo unánime tiene que ser el muchacho del Club México.

Lo mismo la segunda pelea. El muchacho de Talca, con una sudadera de “Comercial El mono”, dio combate al local, lo hizo ver aún más inexperto de lo que es, notándose en el abuso de uppercut que daba a la nada. Tres asaltos que el talquino se impuso al ojo del público, pero no el de los jueces. De nuevo victoria para el México, aunque esta vez por fallo dividido.

Ya en la tercera preliminar el criterio de los jueces fue grosero. El bucal del muchacho del México voló dos veces por sendos ganchos. Uno lo mandó a la esquina para la revisión del médico puesto para las emergencias. Siguió y combatió, aunque en ningún momento fue superior a su rival. De nuevo victoria para el México y las pifias se escucharon de las galerías por el fallo injusto.

Luego vino el combate de semifondo. Lejos la mejor pelea que he visto en el Club México. “Demoledor” Contreras versus el mendocino “Itaka” Ruiz. No hubo round de estudio. No hubo tácticas de conocimiento del rival ni esperar al sexto asalto para soltar las mejores combinaciones. El chileno metió un jab directo a la cara del argentino a los pocos segundos de combate. Luego otro. Itaka no pegó mucho, pero esquivó un par de combinaciones dadas al aire. Harta cintura. Buen timing para agacharse y que el Demoledor pasara en banda. Sus golpes buscaban las costillas, los riñones, ganchos debajo de la guardia o sobre los brazos que protegían los costados. Pero los golpes de Contreras empezaron a entrar de lleno. En medio de ring dos ganchos a la cara. Luego otros dos. Se le abrieron todos los flancos, tanto que llegó a meter un uppercut seco en la pera del argentino. Cayó a lona. Frente a mí su rostro suspendido en el golpe. Un segundo o dos en los que estuvo ido, entregado e inconsciente en la caída. Mientras Ruiz caía el público se ponía de pie. En poco menos de tres minutos el árbitro le contó hasta siete, y admirablemente el argentino dijo que seguiría en la pelea. Se puso en guardia de nuevo y volvió a correr el reloj. No pasó mucho para que Contreras lo arrinconara en la esquina con golpes de izquierda y derecha, varios secos que le retumbaban la cabeza. Los últimos diez segundos del round Itaka era un saco que recibía golpes sin resistencia. La campana lo salvó de perder la pelea en el primer asalto. Groggy, como borracho, caminó hacia su esquina. El aire, el agua, sentarse un minuto lo revivió. Itaka Ruiz volvió al combate como si nunca hubiese estado al borde del knockout. Eso sí, parecía ciego, como si su forma de seguir a Demoledor por el ring fuera por el oído o la intuición. Varios golpes al aire, y la pera muy metida en el cuello, como si lo mirara de abajo todo el tiempo. Metió los guantes varias veces en el cuerpo del chileno, pero por cada golpe que daba, recibía dos de vuelta. Botar el protector bucal antes de empezar el round, abrazar al rival para ganar segundos y aire parecían estrategias de un mareador Ruiz para ver si se recuperaba. Nadie de los que estaba ahí le daba más de dos rounds al argentino. Pero dio batalla, tanta que aguantó hasta el quinto round los golpes de Demoledor. La combinación final del chileno llevándolo desde centro del ring a las cuerdas, hizo que el árbitro parara la pelea y diera a Demoledor Contreras como vencedor por knockout técnico. El público aplaudió de pie. Se agradece el espectáculo, la técnica y la entrega de ambos boxeadores. Ese debió ser el combate estelar de la noche. No el de Álamos.

De Álamos se puede hablar poco. El entrenamiento en Estados Unidos, ocupar los mismos sacos y cuerdas que los pesos pesados de fama mundial o de carreras ascendentes al estrellato, no garantiza que se pueda dar un buen espectáculo arriba de los rings locales. Su rival tampoco fue bueno. El argentino Martín Ríos es un boxeador lleno de tics. El más notorio es escupir el agua hacia arriba y bañarse en ella cada vez que empezaba un round. Una cortina de agua traspasada por las luces que para algunos parecía notable, para otros un asco de babas sobre el propio cuerpo. De peleador sus mañas eran poner el hombro por delante como guardia y abrazarse dos veces por round, algo que ocupaba bastante al árbitro y entorpecía el desarrollo del combate. Por lo mismo varias veces se llevó los mismos chiflidos que la chica de las pancartas. La mayor falencia de Álamos era no combinar. Dando un golpe certero o a la guardia del rival, siempre era uno, a lo más dos y volvía a su guardia, algo que también resulta aburrido porque no hay sorpresa, no existe esa explosión que pide la galera. Aun así el público respondió a su favorito. Coreó el nombre de Álamos, varios cehacheí, consejos para el chileno de un gimnasio lleno. Pero siempre fue una pelea para que los jueces contaran puntos. Ni clímax ni momentos notables tuvo la pelea de fondo. Al igual que las preliminares, otro triunfo para el local dado por los jueces, sólo que esta fue a ocho rounds y con más producción.

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