El debut de Juan Pablo Meza o una noche más para el México en el México (Crónica, por Carlos Cardani)




Por Carlos Cardani

02 de marzo de 2018

El box nunca empieza con la campana. Siempre hay una fase previa que los viejos que custodian la puerta del gimnasio saben: ¿por qué llegar media hora antes a un lugar donde nunca se llena? El ambiente, simplemente eso. Saber que sobre esa lona dos hombres se golpearán entre sí genera expectativa, ansiedad, emoción, aunque todavía los boxeadores aun estén en camarines y las luces no se enciendan del todo.

Llegamos justo a esa hora, en que los jueces aun no toman asiento y se puede buscar un buen lugar donde ver la pelea sin que nadie tape. Fuimos a la tribuna pequeña, con menos gente, a la altura de las cabezas de los peleadores, con la misma vista de las cámaras de la televisión. Pronto nos rodearía la familia de Juan Pablo Meza, peleador local del combate de fondo. “Prohibido apoyar al argentino” me dice Alfil al verse rodeado entre los padres y hermanos del boxeador.

Las peleas irían en ascenso, tal como la carrera del deportista. Primero chicos de dieciséis, dieciocho años, que aún van al colegio y que el día lunes llegarán contando a sus compañeros el transcurso de la pelea como otro puede contar los detalles de una fiesta o el viaje a tal lugar. Chicos delgados que aún pueden crecer unos cuántos centímetros y aumentar su peso para enfrentar a rivales más fuertes. Mientras arriba del ring sólo se ven como colegiales que ajustan cuentas a la salida, con algo más de técnica, sin patadas ni revolcarse en el suelo. Siempre de pie, casi siempre en guardia. Niños que han aprendido el juego de piernas y un par de trucos, pero que no tienen muy claro cuándo usarlos.

El Club México recibe a una escuela de San Fernando. Los combates amateur modo olímpico, a tres rounds y con cabezales, irían en escala de peso, como la proyección de estos hombres que en algunos años también serán el combate de fondo. Fácil imaginar a la escuela de San Fernando en el bus a Santiago esa misma tarde. Vestidos igual y con los mismos consejos de su entrenador sobre rivales que desconocen. La forma de marcar los puntos, la guardia cuando es zurdo, recordarle sus defectos como prohibiciones arriba del ring. No te vayas a las cuerdas, no dejes el pecho descubierto, no lances el gancho si es que no está abierta la defensa. Un hombre que estará en su esquina, con el balde y la toalla para refrescarlos, con palabras de ánimo en caso de derrota.

El miedo a la tradición del México, la localía, el favoritismo del público y los jueces, hizo que cuatro de los cinco combates preliminares estuvieran a favor de la esquina roja, todas por fallo unánime. De esas cuatro, también le hubiéramos dado a favor de San Fernando esa pelea en discusión de los jueces. Si bien sabemos poco de cómo se marcan los puntos, vimos cómo los golpes del de la esquina azul entraban de lleno, escuchándose un chopazo en los riñones que duele de puro verlo, o al cabezal que debe de dejar sordo, o al menos descolocado. Fueron menos que los que dio el del México, pero sí mucho más vistosos y mejor puestos.

De los peleadores que vimos en los combates amateurs quizá uno o dos con proyección a profesionales, que irán sumando triunfos que les permitan pelear en los casinos, escalar en los rankings, pelear fuera de Chile y tal vez retar al campeón mundial. Sueño de todo hombre que golpea sacos y salta sobre la lona.

Del combate de fondo se hizo poca la diferencia con los anteriores. Pese al show de las entradas, el presentador en el centro del ring, la entrada de la modelo con los carteles del número de rounds, no fue la mejor pelea de la noche. Juan Pablo Meza, que nosotros algunas veces los habíamos visto en veladas anteriores en el México, vistiendo el uniforme rojo y verde, mostrándose como una máquina, como si al escuchar la campana la única acción sería golpear el rival, olvidándose de la defensa, del juego de piernas, del round de estudio, persiguiendo al oponente por todo el ring con una rápida combinación de golpes. Ahora no, en su primera pelea profesional en peso súper gallo se le vio más calmo, con más observación al rival, movimiento de hombros, guardia más reservada. El argentino Rolando “Rocky” Damián Peña, su rival, mostró poco y nada. Algunos golpes fueron certeros, pero nada que hiciera caer al oponente ni sumara más puntos al ojo de los jueces. Parecía entregado, como un tipo más viejo y generoso deja que el muchacho que recién entraba a ser profesional lo hiciera de una con un triunfo, que la gente se fuera contenta, que la localía hay que respetarla y no irse con todo en un ring que es agreste para el forastero. Según Alfil, a Meza le consiguieron un queso ya en el retiro o se sabe que nunca va a dar más victorias que derrotas, y que es mejor dejarse perder y disfrutar la estadía en Santiago para él y su mujer: comer bien, ir a un buen hotel, pegarse un lindo paseo por Chile a costa de subirse medio en pelotas y darse golpes por veinte minutos. Tiene lógica. La pelea nunca estuvo para el argentino y Meza, sin hacer mucho, se llevó la pelea por puntos en fallo unánime. Pelea hecha para el local y su gente, donde nadie cuestionará el resultado, pues a todos ahí les convenía que el muchacho ganara, aún a costa de hacer un buen espectáculo.



Carlos Cardani (Santiago,1985)


Ha publicado los libros Raso (2009),Pasaje Tala (2010),Caldo de Cardán (2013) y Du Maurier(2016).Es capitán del equipo Sindicato de Escritores.

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