Fragmento de Maratón de Macarena García Moggia
Por Macarena García Moggia
Maratón
Editorial Cuneta, 2017
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Despertaron temprano. No había ruido
de autos ni de micros afuera. Quizá eso los despertó. Primero despertó ella,
acostumbrada como estaba a dormir y despertar con el ruido de las micros
pasando sobre su cabeza. Él despertó casi de inmediato. La sintió moverse y
bastó. Era la primera vez que dormían juntos.
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Se levanta en silencio y entra al
baño, está desnuda. En el espejo mala cara, cara de trasnochada, tiene la piel
brillosa. Agarra un algodón, una crema y se limpia los ojos para sacar los
restos de pintura. Luego los pómulos, el cuello, el sudor. Solo después abre la
llave y se lava la cara con las manos en copa. Se sienta en el wáter. Mea. Mea
largo. Sentada aún toma el cepillo, le pone un poco de pasta, lo mete en su boca
y ahí se queda. Sin mover el cepillo, sin escobillar los dientes. La pasta se
deshace en el paladar. Durante unos segundos se duerme.
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Estás despierto ya, le dice,
cerrando tras de sí la puerta del baño. Es temprano todavía. ¿Viste qué raro
este silencio? Se sienta a los pies de la cama y empieza a buscar algo de ropa
entre las sábanas. Él. Él la mira entreabriendo un poco los ojos, como quien
despierta entre sueño y sueño. Ve, por ejemplo, que es más delgada de lo que
antes le parecía. Que sus pechos están un poco sueltos, medio caídos, que no
son ya los de una mujer tan joven. Que sus pezones pequeños, sí, pequeños y un
poco pálidos son como de niña, ni siquiera de joven. Apenas se le ven. Pero
ella encuentra el vestido que llevaba puesto anoche y se lo pone, sin
abrocharlo, solo para cubrirse un poco. Y se para. Y ofrece café.
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Abre la cafetera torpemente. Pone
café a tope. Sirve un poco de leche en una taza, la mete al microondas y lo
enciende. ¿Vas a viajar hoy? Pregunta. No, ¿por? Porque eso dijiste anoche, que
partirías hoy día mismo en la mañana, ¿no? No, la verdad es que no. Puede
esperar.
–Ya está el café, ven.
Él se levanta de la cama y se sienta
a la mesa, sin ropa.
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Sirve las tazas. Una más grande para
él. ¿Qué te pasa? Nada, tengo sueño. Durmamos un poco más. Ya no puedo. Está
lindo el día. Sí, raro, parece verano. Él se pone de pie y mira por la ventana.
Está todo vacío, no hay nadie en la calle. Estará cortada la Alameda. Marcha.
¿De quién? Ganó Chile. Ya. Murió Piñera. ¿Te imaginas? La televisión no
funciona, sólo puedo ver películas. Sí sé. ¿No te llega el diario? No, lo leo
en internet. ¿Y tu computador? Lo dejé ayer en la casa de mi hermana. Ahí viene
una moto. Ella se acerca a la ventana: pasa un carabinero con chaqueta reflectante.
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Ven, dice él y la abraza. A esta
hora entra mucha luz en el departamento. ¿Siempre te levantas tan temprano?
Sabes que no. Mejor te hablo como si no te conociera. Bueno, como si no me
conocieras, ¿qué me preguntarías? ¿Cómo te llamas? Eso prefiero no decírtelo.
¿Dónde vives? Claro que vivo acá. ¿Hace cuánto? ¿Hace dos años casi? No te
conozco. ¿Qué más? ¿Qué más qué? ¿Cómo es su propio departamento? Propio no,
porque no es de su propiedad, pero vive ahí hace un par de años, efectivamente,
y ha ido agregando al pequeño espacio cada vez más cosas. Altura: tercer piso.
Número: 318 (3 + 1 + 8 suma en total 12 y varias veces se ha preguntado si
acaso ese número tendrá algún significado). Orientación: norte. La ventana da a
un parque, todo verde y de fondo el Cerro San Cristóbal. No parece una vista de
Santiago pero lo es, las micros pasan por debajo y, aunque no se ven, se
escuchan muy fuerte. Es una de las principales avenidas de la capital. A un
costado: una catedral. Del otro: un hotel. El edificio tiene más de 25 pisos y
en la azotea hay una piscina desde la que se puede ver la ciudad casi entera, o
eso imagina ella, que no es de Santiago y piensa que desde una altura como esa
cualquier ciudad debiera verse entera. Pero el departamento: el departamento es
pequeño, ¿treinta metros cuadrados? Se entra y a mano izquierda está la cocina
y a mano derecha el baño tras una puerta, claro. La cocina en cambio es abierta
y se integra, separada únicamente por una mesa y sus taburetes, al resto del
departamento. Un solo ambiente: de un lado la cama frente al televisor que no
funciona como televisor y del otro un gran librero, varios libros, más papeles
y fotocopias que libros, y una pequeña mesa con ruedas sobre la que debiera
estar el computador. ¿Qué más? En la puerta del baño algunas imágenes pegadas
con scotch. Un cuadro de Hopper, Patty Smith con Mapplethorpe de torso desnudo,
una reproducción de los dos monos de Brueguel, un retrato de Violeta Parra y
otro de Colette, “La Gata”. También hay una imagen más pequeña que las otras de
una liebre en blanco y negro tomada de algún grabado antiguo cuyo origen
desconoce. Sin contar esa puerta, el resto de las paredes están vacías. Sobre
la mesa hay una repisa y un estante con puertas de vidrio. En la repisa se
esparcen algunas miniaturas: una bicicleta de alambre, un auto azul de juguete,
una flor plástica que se mueve con la luz del sol, dos pájaros fantásticos de
alas fosforescentes, una pequeña foto carnet de su mamá, un tigre de goma
naranja, un incienso, algunas monedas de peso. En la estantería, a un costado,
reposan útiles de escritorio: papeles de todos colores, lápices varios,
sacapuntas, gomas de borrar, distintos tipos de cuadernos de notas, unos más
grandes que otros; también hay una o dos reglas, tijera y pegamento, cuchillo
cartonero, reminiscencias escolares. De grande ha podido coleccionar todos los
útiles que le hubiese gustado tener entonces. Junto a la cama no hay velador,
por eso lo que correspondería a su mesita de noche se guarda todo en el baño.
En lugar de velador hay una lámpara de pie que ilumina cada noche un sillón
color mostaza algo ajado pero del que se siente muy orgullosa: fue una herencia
de su abuelo, el sillón que nadie quiso llevarse, excepto ella, cuando él
murió. Alfombra no, piso flotante. ¿Qué más quieres preguntarme? Nada. ¿Por qué
me pediste que me quedara?
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No le había dicho que se quedara. La
verdad es que lo dijo él. Que no tenía ganas de irse, que en su departamento
estaría su sobrino, que él no sabía que había vuelto y no quería verlo todavía.
Que podían bajar a la bodega a buscar el colchón, ¿no? Que por qué no iban al
bar a tomar un vino, o si prefería iba él por uno clandestino, que las
botillerías del centro ya estaban cerradas. Bueno anda, yo subo el colchón por
mientras. Y entonces fue a comprar el vino pero al volver no había colchón;
ella seguía sentada en el viejo sillón, mirando por la ventana.
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Soñé con las tortugas de las que
hablabas anoche. Que yo era como una tortuga, ¡me despertaba y era una tortuga!
No. Que era una tortuga y caminaba por Quilpué. Sí, por Quilpué. Imagínate.
Tanto tiempo que no voy a Quilpué. Pero sé que era ahí por la tierra seca y un
poco rosada. Oía de cerca el sonido del tren y veía los cerros. Y caminaba con
miedo, temiendo a cada segundo volcarme y quedarme así de espaldas sola e
invisible en esa especie de pantano seco pensando que nadie vendría para darme
vuelta. Tenía que atravesar uno de esos túneles que pasan por debajo del tren,
pero no podía. No cabía, parece, pero estaba segura de que uno entre los muchos
rayados en las paredes del interior era un mensaje para mí.
–No te estoy insinuando nada.
Él vuelve a la cama, se recuesta de
espaldas apoyado en los codos. Voltea la cabeza y la mira a los ojos, completamente
desnudo. Ella se ríe. Tápate, le dice, lanzándole los calzoncillos que recoge
del suelo a la cara. Él los atrapa y al ponérselos se gira, muestra las nalgas,
incluso las levanta un poco, como una tortuga.
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De nuevo los dos en la cama,
destapados porque hace calor. Ella suda un poco, él no. Todavía el silencio. Él
se para a abrir la ventana. Entonces suena, a lo lejos, algo así como un
disparo.
Recorrido
de
los 10 k o Corrida de Santiago: Largada en Avda. Bernardo O’Higgins (Alameda)
frente al Palacio de La Moneda (calzada norte), siguiendo por Alameda Bernardo
O’Higgins hacia el poniente, Avda. Brasil, calle Compañía de Jesús, Avda.
Manuel Rodríguez Oriente, Avda. General Mackenna, calle Ismael Valdés Vergara,
calle Miraflores, Avda. Cardenal José María Caro, Avda. Andrés Bello, calle del
Arzobispo, Avda. Providencia, Plaza Baquedano, Avda. Alameda Bernardo
O’Higgins, hasta el Palacio de La Moneda/ Plaza de la Ciudadanía.
de
los 21 k o Media Maratón: Largada en Avda. Alameda Bernardo O’Higgins frente al
Palacio de la Moneda (calzada sur), siguiendo por Alameda Bernardo O’Higgins
hacia el poniente, Avda. España, Avda. Almirante Blanco Encalada, Avda.
Beaucheff, Avda. Rondizzoni, Avda. Viel, Avda. Manuel Antonio Matta, Avda.
Grecia, Campos de Deportes, Avda. Antonio Varas, Pocuro, calle Roberto del Río,
Avda. Eliodoro Yañez, Avda. Providencia (calzada sur), Plaza 21 Baquedano, Avda. Alameda Bernardo
O’Higgins, hasta el Palacio de la Moneda/ Plaza de la Cultura.
de
los 42,195 k o Maratón Completa, cuya largada y meta se encuentran alineadas
con las de la Media Maratón, ubicada en la calzada sur de la Avda. Alameda
Bernardo O’Higgins: largada en Avda. Alameda Bernardo O’Higgins frente al
Palacio de La Moneda (calzada norte), siguiendo por Alameda Bernardo O’Higgins
hacia el poniente, Avda. España, Avda. Almirante Blanco Encalada, Avda.
Beaucheff, Avda. Rondizonni, Avda. Viel, Avda. Manuel Antonio Matta, Avda.
Grecia, Avda. Campos de Deportes, Avda. Antonio Varas, Avda. Pocuro, Avda. Los
Leones, calle General José Artigas, Avda. Chile–España, Avda. José Pedro
Alessandri, calle Rodrigo de Araya, calle Alcalde Jorge Monckeberg, Avda.
Grecia, Rotonda Grecia, Avda. Américo Vespucio Sur, Plaza Egaña, Avda. Ossa,
Avda. Américo Vespucio Sur, Avda. Américo Vespucio Norte, calle Francisco de
Aguirre, calle Luis Carrera, Avda. Monseñor Escrivá de Balaguer, calle Isabel
Montt, Avda. Bicentenario, Rotonda Pérez Zujovic, Avda. Andrés Bello
(Costanera), calle Huelén, Avda. Providencia, Plaza Baquedano, Avda. Alameda
Bernardo O’Higgins, hasta el Palacio de la Moneda/ Plaza de la Ciudadanía.
Macarena García Moggia (1983). Ha publicado, junto con Catalina Porzio, el libro La tercera mano. Extractos de entrevistas a Adolfo Couve (Alquimia, 2015) y es editora de la colección Banda Aparte del sello Catalogo. Vive en Viña del Mar. Maratón es su primera novela.
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