Lanzamiento final, cuento de Héctor Reyes Reyes
Por Héctor Reyes Reyes
Nunca entendió cómo llegó la guerra. Aún entrenaba su
brazo y todo su cuerpo en la etapa de preparación para disputar la copa
beisbolera ínter ingenios de la región. Raíles debía obtener el primer lugar.
Sobre todo ahora, que contaban con los toletazos de Candito y los arrojos
torpederos de Mandy Espuela. El año anterior había disputado la final con “El
Ifigenia” y por un error impredecible, que lo dejó perplejo, no pudo ponchar a
Pepillo, el jonronero. Final del encuentro 4–2 a favor de ellos. Todo porque no
pudo concretar el slaider que le pidió Pumariega, el ketcher veterano, que dos
décadas atrás había jugado con el Cienfuegos. No pudo concretar un slaider, con
tantos que había lanzado en su vida; y este se le quedó alto, casi a la altura
de las letras de Pepillo que la botó con Fortunato en primera. Entrenaba su
brazo y todo su cuerpo cuando llegó la guerra. Y con esta se fueron los sueños
de ser el pitcher ganador. Él, junto a Raíles, cambió la gloria del juego y los
vítores, por trincheras y estallidos de bombazos; y el traje de sus novenas por
uniformes militares y botas de combate. Tres semanas compartió con su gente la
preparación militar. Tres semanas de marchar junto al sol y a sus chamacos de
toda la vida. ¡Un, dos, tres, march…! ¡Firmes! y toda aquella disciplina
marcial que hostigaba y prohibía a cuerpos y músculos echar un sencillo pitén
en los cortos descansos. Ardía por jugar de nuevo, fuera contra El Ifigenia o
contra el team más ganador. Entonces se inventó la fantasía de pensar que
aquella guerra también era un juego. Tan en serio se lo tomó, que a la hora de
correr entre una trinchera y otra, él lo hacía como si la distancia fuera solo
de noventa pies y hasta se deslizaba, provocando la risa de todo su pelotón.
Confundía los estallidos y el ruido de la guerra con los vítores de su gente de
Raíles. Pero lo peor era cuando lanzaba las granadas, porque se paraba firme,
miraba a los lados y hacía los mismos movimientos que si estuviera en un
montículo. Esto provocaba el susto de sus amigos y la ira del oficial al mando.
Así se mantuvo la gesta. En las trincheras. Frentes a tanques enemigos que de
un disparo desparramaba tierra, piedras y cuerpos destrozados como cuando las
pelotas caían en el secadero de café del gordo Abel y regaban los granos como
la metralla. Una mañana soñaba con Raíles y con el béisbol cuando apareció ante
sus filas una línea de acorazados que pretendían toma la posición de su unidad.
Zafarrancho, gritos, miedos, nerviosismo general y órdenes incumplidas rodearon
al soldado beisbolista. Un vozarrón rasgó su pensamiento ordenándole que
destruyera el vehículo más próximo con su granada antitanques. No lo pensó dos
veces. Se paró, tomó el cilindro explosivo, miró a ambos lados y lanzó con
todas sus noventa millas de varias copas jugadas en el enyerbado terreno de Raíles.
Voló por los aires la parte superior de la tanqueta, desplazando polvo y humo y
olor a fierro y pólvora encendida que mareaba. En fin, que cualquier
lanzamiento sirve para ponchar al mejor toletero del Ifigenia, y hasta para
parar un blindado en plena guerra. Solo que en el juego es más fácil. Allí se
pichea una bola para ponchar a Pepillo o a cualquier otro sluger. Aquí hay que
tener cojones para lanzar un explosivo. En el estadio no se siente tanto
impacto, ni todo ese ruido y conmoción que antecede y sigue al susto. Además
–pensó, llevándose la mano al cuello–, cuando lanzas una pelota no saltan las
esquirlas. Miró el hilillo de sangre y cayó confundiendo los estallidos y el
ruido de la guerra con los vítores de su gente de Raíles. Era la final contra El
Ifigenia y él había ganado; con un slider impecable de granada. Parece de
guerra y béisbol...pero solo es una historia de guerra y béisbol.
Héctor Reyes Reyes es Licenciado en Periodismo por la
Universidad de la Habana (2009). Ha trabajado como realizador de video,
redactor reportero, profesor de literatura y Free Lance para revistas
culturales y sitios web dedicados a música y el cine. Actualmente viaja por el
mundo mientras trabaja en su próxima novela “El largo camino del regreso”
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