Mundial del sesentaidós (Poema de José Ángel Cuevas)


La historia en torno al poema largo "Mundial del sesentaidós" de José Ángel Cuevas es larga: que ganó el concurso de poesía del pedagógico cuando Neruda era jurado, que estuvo en ese primer libro del autor que lo ayudó a desviar la atención de la DINA, que el Cura Valente elogió atentamente. Lo cierto es que "Mundial del sesentaidós" es uno de los grandes poemas del fútbol chileno, que logra captar todo un fotograma de época. Esta semana los dejamos con esta joya de 1979.




(de Efectos personales y dominios públicos, 1979)

I

Ovejas descarriadas, como nos decían los vecinos,
y gritábamos, cuando Garrincha delirante,
caluroso día de invierno San Juan del sesentaidós,
rompía y deshacía redes europeas.
Toda mi generación guitarrista-eléctrica y motonetista
hasta llegar al exterminio, como es posible
probar en documentos,
todo salió a la calle caliente, los geranios
volaron a pelotazos, en nuestra
vieja alegría, furibundo músico
sonámbulo de la cuerda floja, salió a la calle,
justamente, haciendo sonar el instrumento
como si el cielo fuera a desplomarse.

II

Ya al anochecer, atravesábamos el parque
semidestruido, donde se hacía el amor
a la luz de un lejano farol y las estrellas,
revueltos con la hierba embriagadora,
a madera nueva de árbol,
                         volábamos,
radioportátil en bluejeans casaca
de cuero, entre sueños y en los gestos
peligrosos, por cierto.
De manotazos iniciábamos, esa
encantada faena nocturna que significa
apoderarnos del Wurlitzer,
Amada mía tomo tus manos, las aprieto
en la memoria, mientras ganamos
y ganamos partidos en el césped del Nacional
                                                          tan verdecito.
Inventamos y bailamos rocanrol como
pequeños dioses,
nos damos vueltas y vueltas cada vez más perfectas
hasta coger ahí esa gloriosa onda de amor
que te agita como ángel furioso y fascinado,
                                                     perfecto baila,
baila en calles de gente enloquecida que
izando bandera y bocinas grita:
¡Viva Chile, patria de futbolistas, mierda!
Un gran río que corre ojos cerrados.
Todo ha sido desmantelado de furor por Chile,
                                  (como se dijera aquel abril)
los estudiantes cantando y gritando roncos
y cansados nos defendíamos uno con otro
                                                      a peñascazos.
Así tendríamos que defendernos
(Algunos, que hoy deshojan lluvias y penas, juntos
entonces robábamos manzanas del huerto de la
      primavera)

Con los bolsones empapados, se empezó en la calle
aquel abril, guitarrista-eléctrico,
a las ventanas de sus casas salían tipos degenerados
a insultarnos,
a recordarnos nuestros padres que a esas horas
estarían trabajando, nuestros
padres llenas de várices las piernas, aquel
memorable, viejo otoño, hermano mío.

Frío a la luz del carbón, oscuro en el silencio de la
     casa.
Muchas desgracias para nuestra pequeña sangre
helada de impresión, en las calles la gente a
     borbotones.
Se quebraron puertas, y plazas quemadas.
Todo se llenó de humos y lamentos,
pero sin mayores consecuencias, (solo
que recibimos una fuerte paliza, por descarriados
y andar medio a medio de los hechos
con el bolsón y los cuadernos destrozados).

III

Some of these days” es triste,
como río congelado, guitarrista-eléctrico de barrio
                                          latinoamericano,
Ciruelo, naranjo en flor donde crecimos
con la cabeza llena de James Dean huraño,
          enemigo
pues de todo padre.

Como nosotros.
Que jamás seríamos empleados, dependientes
de nadie, en absoluto.
Porque habríamos de partir, así lo decidimos
escondidos al país de James, o en tren
al otro lado de la cordillera.
Y junto, o, como Elvis, camionero-guitarrista,
con el camión, vehículo cualquiera
haríamos maravillas.

(Hoy te he visto, hermano Jack, con tu gastado
        uniforme, ETC.,
haciendo maravillas para no pasar con luz roja
y volcar entre tanto tránsito loco)
Te he visto Juan, con tu gastado uniforme gris
hacer maravillas
durante ocho terribles horas cada día
por un sueldo miserable
A los infiernos llegábamos mojados,
al Wurlitzer, dos cigarros por cabeza a escuchar
los últimos discos de Bill Haley
Lo más nuevo desde America North,
tú te colgabas de la tragamonedas, balanceando
con el cigarro en los labios,
huérfano de dieciocho años, expulsado
por robar del liceo el libro de clases y eras
nuestro tácito jefe.

Te colgabas, jefe,
te metías entre los vidrios de color y polvorientos
de los cuarenta y cinco singles,
como un enanito, sobre la aguja y el brazo
automático, y todos nosotros
detrás, a empujones, riéndonos de Carlos,
que le habían levantado su morocha.
Carlos el mago de las tres bandas
durante dos horas por lo menos,
no sabíamos por qué, guitarrista, dejábamos
nuestra poca plata, conseguida siempre de mala
                                                                          manera.
Volábamos sobre una mezcla de dixieblue
que los negros cantaban con el corazón
sentados a orillas del puerto de San Francisco
el año veinte,
y nosotros ahora,
vestidos como James.

IV

El corazón se agiganta,
y late, inolvidable circo mágico de ciegos
porque tengo tu pequeño pudoroso sexo entre mis
      dedos
y te agitas y emblandece tu boca
desconocida colegiala, mientras todos
atrás gritan consignas sexuales-amorosas
de la más pura rebeldía,
y yo me pongo contento, te beso más
y más adentro aún,
un hombre casi completo soy, desconocida
senos, dulcísimos senos del Toesca,
hasta que la luz nos haga
retomar nuestros bolsones y vueles
sin que yo sepa tu nombre
                                  siquiera.

Afuera la multitud,
ya dueña de las calles con carteles y canciones
¡Viva Chile, tercer campeón del mundo en fútbol!
Nosotros generación del sesentaidós,
qué perdidos estuvimos entre la gente
el día del jolgorio, las motos aullaban guitarrista,
y los instrumentos llenaban el cielo de rugidos y
                                                                    lágrimas,
algunos se detenían a brindar con los pasajeros
de las micros y todos se abrazaban y querían.
En camiones, garrafa al hombro, se pidieron
monumentos a los héroes de Chile y fogatas
para un mundo de pompas de jabón.

V

Por eso, Juan,
ahora que las motos están desmanteladas
los instrumentos,
en algún lugar del cachureo,
te digo:
No te pierdas,
no te deshagas entre las sombras, ni
                                            derrumbes.
Yo estoy sin trabajo, fuera
de la Administración Pública, paso
si vieras la tarde, dando comida a las palomas.

Muchos de nosotros han muerto
y los veo a veces por las calles, pero
dan vueltas los ojos hacia otro lado.
No importa, Jack,
no importa créeme,
no estamos aún viejos, verdad y
quizás,
todavía es tiempo,
de revolver medio mundo y conseguir...



+José Ángel Cuevas (Santiago, 1944) ha publicado una decena de libros en los que destacan Efectos personales y dominios públicos (1979), Introducción a Santiago (1982), Contravidas (1983), Canciones rock para chilenos (1987), Cantos amorosos y patrióticos (1988), Adiós muchedumbres (antología, 1989), 30 poemas del ex poeta José Ángel Cuevas (1992),  Proyecto de país (1994) Canciones oficiales (antología, Ediciones UDP ,2009), Maquinaria Chile y otras escenas de poesía política (LOM, 2012) Poemas bolcheviques (Biblioteca de Poesía Pablo Neruda, 2018), Poesía temprana, (Montacerdos, 2018) y Poesía de la banda posmo (La Calabaza del Diablo, 2019).


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