Muriendo por la dulce patria mía de Roberto Castillo Sandoval (Reseña de Nicolás Meneses)


Esta semana abrimos con la reseña de la reedición de la novela de Roberto Castillo Sandoval, Muriendo por la dulce patria mía, en donde el autor residente en Nueva York ficciona a partir de la figura del mítico boxeador iquiqueño Arturo Godoy, quien peleó dos veces con el campeón mundial Joe Louis en Estados Unidos en dos veladas que quedaron para la historia del boxeo nacional. Una novela entretenida que descubre episodios desde el mítico ¡Agáchate Godoy!, hasta los comienzos del boxeo en Chile. 



Quien no me acompaña no es mi amigo 


No es difícil constatar que en el campo cultural contemporáneo el relato del deporte está en manos del periodismo, que las biografías (autorizadas o no) de los grandes íconos deportivos de la época son mucho más rentables y responden mejor a los intereses de la leyenda o contraleyenda de los grandes nombres del panteón nacional. En el caso de Chile esto es mucho más evidente, pues el museo de triunfos es relativamente exiguo; lo que hay, sobre todo, son victorias morales. Derrotas gloriosas, valga el oxímoron para este caso.

La derrota como tópico deportivo nacional que Nicanor Parra perpetuó en el mítico “El equipo chileno juega bien/ pero la mala suerte lo persigue”. El caso de Arturo Godoy, sin embargo, es y no es parte de este canon. El boxeador iquiqueño tocó de alguna manera la gloria, enfrentándose y triunfando en las asociaciones nacionales y latinoamericanas de boxeo: campeonó con victorias brillantes, lujosas, y también sufridas. Podría decirse que su caso solo tocó techo contra uno de los más grandes del boxeo mundial como lo fue Joe Louis, a quien enfrentó dos veces en el peack de su carrera; su victoria radica en enfrentar a un coloso sin temerle, mirar a la Medusa a los ojos sin petrificarse, en un momento en que nadie quería enfrentarse al primer afroamericano campeón indiscutido durante 12 años en los pesos pesados (récord aún vigente).

Roberto Castillo se topa con su figura en una búsqueda de archivos y referencias de Jorge Luis Borges; de su encendido radar para pasar a una búsqueda con referentes a Chile, se topa con la noticia de la pelea de Godoy contra Louis. Acá empieza a coquetear con la figura del periodista-investigador, renegando un poco de su condición de historiador, para indagar en un relato que lo roza de alguna manera (haber compartido lugar de nacimiento con el púgil, un familiar que lo conoció). De ahí Castillo Sandoval se lanza a bucear en la figura del iquiqueño para tratar de rearmar una historia posible, con las reglas de la ficción. Y lo logra.

Los mejores pasajes de la novela son los que suceden al encuentro del narrador con la figura de Godoy, cuando se adentra en los archivos de una memoria de época: el pugilismo en Chile a inicios del siglo XX, el que lo tenía como espectáculo de circo y no como una competencia deportiva. El prólogo acierta en catalogar la novela de Castillo como un gran retrato de los inicios del boxeo en Chile y cómo la figura de Godoy junto a otras como la de Fernandito y Estanislao Loayza repercutían en las primeras décadas de pugilismo en Chile. Figuras que recuerdan y se espejean en novelas como El púgil y San Pancrasio (1966) de Juan Uribe Echeverría que hoy solo se puede encontrar en el persa o Memoria Chilena o Mano bendita (1993) de Enrique Lafourcade que sale por la misma editorial Planeta unos años antes de la novela de Castillo. La virtud del autor de Muriendo por la dulce patria mía, en este caso, radica en la multiplicidad de registros que luce en sus capítulos, que van desde la reproducción del habla chilena en diálogos muy expresivos entre el equipo técnico de Godoy, el relato radial de la primera pelea que traduce de los locutores norteamericanos y la reconstrucción del ambiente de efervescencia que se vivía en el Chile que se aglomeró en espacios públicos para escuchar un relato transmitido por alto parlante que apenas era inteligible. La cuestión era cumplir con el ritual.

La novela se lee de principio a fin como un homenaje al púgil nacional, centrando el relato en el camino previo, los amoríos de Godoy, los recuerdos de Iquique y la convivencia con el equipo técnico del púgil; mención aparte tiene el encuentro del narrador con el exmánager de Godoy en Nueva York donde consigue algunos archivos para reconstruir la historia y la curiosa, enérgica y lúdica presencia de Míster Huifa. Castillo describe el ascenso que tuvo la figura de Godoy en el pugilismo mundial, lo codea con personajes de relevancia y hasta lo reúne con el presidente Aguirre Cerda en La Moneda. Lo que podríamos identificar en casi toda novela de boxeo nacional como camino de iniciación, ascenso y declive, acá se detiene en el ascenso de la gloriosa segunda derrota, sin entrar al periodo que llamaríamos de decadencia, en que casi todo boxeador acusa las secuelas de una carrera de aporreaduras.

Castillo Sandoval logra hacer de Godoy una figura entrañable y compleja, acentuando su leyenda en el panteón nacional. Con una consistencia envidiable en el manejo del habla y la diversidad de registros, construye una pequeña galería de momentos del púgil iquiqueño. Como Guillermo Ross Murray con su “Dale Godoy Dale” o el “Canto a la derrota de Arturo Godoy” de Floridor Pérez, instala su novela como una arenga a su memoria, a su “guapeza” legendaria, cito del poema de Pérez: Todos quedaron tristes, como en Cancha Rayada/ y el que sea valiente que me siga/ por el pasillo oscuro/ a ver ¡que venga el cuco!/ (—agáchate Godoy)/ porque aún tenemos patria y los hombres no lloran/ como El Viejo y su compadre Clodomiro/ la noche en que perdió Arturo Godoy”. La noche de la gloriosa derrota que llega como un recto a la memoria.




Muriendo por la dulce patria mía
Libros del Laurel, 2017
Narrativa, 341 páginas



+ Nicolás Meneses (Buin, 1992), ha publicado Panaderos (Hueders, 2018), Reencarnación (Jámpster ebooks, 2018) y Camarote (Ediciones Balmaceda Arte Joven, 2015). Becario de la Fundación Neruda (2016), del Fondo del Libro (2015 y 2018) y Premio Roberto Bolaño (2017). Es parte del equipo editorial de Tatami y escribe para diversas revistas digitales.  

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